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jueves, 29 de noviembre de 2012

Canción de Octubre en Noviembre





Octubre. Los árboles se desnudan
de todo su ropaje.
¿Qué me importa?
Octubre. Y los reinos florecen
y los reinos se desmoronan.


Pero sigues adelante
y sigues.

October (U2)



viernes, 26 de octubre de 2012

20 millones de euros y cambiar el mundo



El empresario Amancio Ortega, principal accionista de Inditex y poseedor de una de las mayores fortunas del mundo, ha donado, a través de una fundación, 20 millones de euros a Cáritas.
Esa donación supone el 8% del presupuesto anual de la Organización y el 0,05% de la fortuna personal del señor Ortega. (*)

No creo que nadie pueda pensar que esta es una mala noticia. Sin embargo, algunos han aprovechado para mostrar el lado más oscuro de la actividad empresarial de Inditex (talleres clandestinos, salarios miserables, condiciones laborales insalubres...)  y para recordar que la donación genera una importante desgravación fiscal (**).

Confieso que no tengo un punto de vista claro sobre este tipo de noticias. La ayuda es importante y permite remediar el apuro de algunas personas reales, con nombre y apellidos. Pero me repugna la misma idea de caridad y las prácticas sin control que permiten generar esa riqueza.
Es preciso recordar en este momento un magnífico poema de Bretch, que parece sumido en una perplejidad similar:



No es ésta la forma de hacer más corta la era de la explotación, pero algunos hombres tienen cama por una noche



Algunos hombres tienen cama por una noche, pero no es ésta la forma de hacer más corta la era de la explotación.


(o al revés, o yo qué sé...)


El poema completo:


Refugio nocturno
  
Me han contado que en Nueva York,
en la esquina de la calle veintiséis con Broadway,
en los meses de invierno, hay un hombre todas las
noches
que, rogando a los transeúntes,
procura un refugio a los desamparados que allí se reúnen.

Al mundo así no se le cambia,
las relaciones entre los hombres no se hacen mejores.
No es ésta la forma de hacer más corta la era de la
explotación.
Pero algunos hombres tienen cama por una noche,
durante toda una noche están resguardados del viento
y la nieve a ellos destinada cae en la calle.

Algunos hombres tienen cama por una noche,
durante toda una noche están resguardados del viento
y la nieve a ellos destinada cae en la calle.
Pero al mundo así no se le cambia,
las relaciones entre los hombres no se hacen mejores.
No es ésta la forma de hacer más corta la era de la
explotación.








(*)
La noticia completa: 

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/10/25/actualidad/1351191151_730538.html

(**)
Este es el durísimo texto de Lucía Etxeberría (Etxebarria):
https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=10151454357929989&id=149885159988




domingo, 16 de octubre de 2011

Prejuicios


Los prejuicios tienen mala reputación. No se puede utilizar ese término sin invocar fantasmas de racismo, discriminación, odio al diferente...
Evidentemente hay prejuicios que justifican esta valoración. No es preciso buscar muy lejos. Basta, por ejemplo, con abrir el periódico del día.

Debo decir, sin embargo, que esta visión negativa del prejuicio me parece, en sí misma, un prejuicio dañino que nos impide analizar objetivamente nuestro proceso de toma de decisiones.


                                               ¿Prejuicio sobre la gravedad? (*)

¿Quién puede negar que, en una forma muy real, cada juicio que emitimos es un prejuicio? No es posible para nadie pensar el mundo, cada vez, desde el principio. Toda nuestra valoración del entorno, toda elección entre alternativas posibles, están apoyadas en información parcial. Cada mañana, cuando abrimos la nevera para servirnos agua, colocamos el vaso debajo de la jarra, esperando que la gravedad se comporte como siempre. Quizá un día el agua fluya hasta el techo, en lugar de caer al vaso. Mientras eso no suceda, el prejuicio gravitatorio funciona.

Porque esa es la clave del prejuicio: permite sobrevivir, está ligado íntimamente a nuestro esquema de respuesta innato ante los acontecimientos. No en vano, el prejuicio fundamental se podría resumir como: “Lo diferente, lo desconocido, es malo y peligroso”. Gracias a esta idea, profundamente arraigada en nosotros, hemos huido de animales terribles y no hemos muerto envenenados por ingerir plantas venenosas.
En un experimento muy ingenioso, Gerd Gigerenzer muestra como los alemanes aciertan más que los norteamericanos (90% frente a 60%) en la respuesta a la pregunta: “¿Qué ciudad tiene más habitantes, Detroit o Milwaukee?". Resulta evidente que los norteamericanos tienen mucha más información sobre esas ciudades. ¿Cómo es posible que los alemanes acierten mucho más?. La respuesta parece también clara: porque saben menos y el prejuicio, aplicado en ausencia de "conocimiento", funciona. Eligen Detroit (la respuesta correcta) simplemente porque no tienen ni idea de cómo es Milwaukee.


            El antropólogo Edgar Morin, comenta críticamente la definición que hacemos de nosotros mismos, ese pretencioso e irracional título que nos aplicamos: “homo sapiens”. Morin nos recuerda (“El paradigma perdido”) que, cuando preguntamos a un ser humano acerca de los momentos importantes de su vida, nunca cita momentos “sapiens” (‘resolví un teorema'), sino instantes en que prima lo emocional (‘la vi sonreírme’). No hace falta recurrir al psicoanálisis para entender cómo en la base de nuestras decisiones está lo menos racional de nosotros, ese monstruo interno, no iluminable por la razón, que habita en lo más profundo de nuestro inconsciente.

            Así pues, con un motor que nos impulsa, profundamente irracional y con un proceso de toma de decisiones, basado en información parcial, que tiende a repetir esquemas de respuesta del pasado, ¿cómo podemos aprender o  progresar?. Más aún, ¿cómo es posible que la especie haya variado de forma tan radical su comportamiento a lo largo de la historia?.
            La respuesta es probablemente que en nosotros habita también el ansia de conocer lo nuevo, de aprender.
            En delicado e inestable equilibrio con nuestros prejuicios, ese impulso nos empuja a explorar lo desconocido, a asumir riesgos. Esa actitud de aprendizaje, que prima en nosotros durante la infancia y la adolescencia, está en la esencia del conocimiento, de la cultura, de la ciencia (¡y de la posibilidad de se feliz, me parece a mi! ). (**)

            Solo tenemos una estrategia posible para que ese impulso juvenil no decaiga con la edad. Tenemos que hacer un esfuerzo consciente y voluntario para “desaprender”, para deshacernos del prejuicio obsoleto y de la respuesta refleja asociada, para desprendernos de esa lente que nos hace percibir el mundo de una forma determinada.
En palabras de Eduard Punset:

“La opinión que tú tienes no es el resultado de ver, sino de mirar las cosas de una determinada manera.”
"Dado que nuestra visión de muchos aspectos del universo, la vida, la mente y la tecnología ha cambiado radicalmente, la ciencia trae ese mensaje revolucionario con miras al futuro: ‘Tenemos que olvidar o desaprender casi todo, mucho más en cualquier caso que lo que hemos de aprender’.”


          Por supuesto, desaprender es urgente cuando el prejuicio que albergamos es esencialmente perjudicial para nosotros mismos o para otras personas. No he conseguido encontrar una referencia para un experimento con ratones de laboratorio que me pareció especialmente revelador. Lo describo a continuación con brevedad:
         Los ratones fueron encerrados en un recinto que contenía una escalera sobre la que se colocaba un poco de queso. Cuando un ratón subía a por el queso y lo obtenía, los demás recibían una descarga eléctrica. Cualquiera de ellos podía pulsar un interruptor que electrificaba la escalera y, por supuesto, aprendieron a utilizarlo cuando otro intentaba subir a por el queso. Transcurrido poco tiempo, ningún ratón se atrevía a subir. Sabía que inevitablemente los demás le atacarían.
         Entonces los investigadores desactivaron el mecanismo que castigaba a los ratones cuando otro obtenía el queso y, de forma aún más importante en mi opinión, sustituyeron progresivamente uno a uno a los ratones originales.
         Los ratones seguían atacando sin piedad al que pretendía subir, aunque esa conducta no era ya justificable. La descarga de castigo ya no se producía, ninguno de los ratones presentes la había sufrido jamás y, ni siquiera, ninguno había visto a otro ratón sufrirla.


La tradición hace pervivir también en nosotros prejuicios que ya no tienen sentido, si algún día lo tuvieron, y provocan conductas dañinas, que no podemos siquiera explicar de forma convincente.




¿Qué hemos desaprendido hoy?






(*)



(**) Parece obligado expresar desde aquí agradecimiento al "librepensador" que se comió, por ejemplo, la primera ostra cruda.





miércoles, 20 de abril de 2011

Fin del mundo

 Según el Gobernador de California, la red mundial de ordenadores Skynet tomó ayer conciencia de sí misma.
Mañana desencadenará un ataque nuclear contra la Humanidad.





Habrá que aprovechar las horas que quedan....



lunes, 4 de abril de 2011

Momento



No fue un sueño.
El arroyo de deshielo se desplomaba por la ladera de roca pulida,
la luz de la tarde huía en ocre,
el suelo del bosque crujía, alfombrado de hojas de haya de otros años.
Y allí estaba yo: un imbécil vestido de Decathlon.

No fue un sueño.
El arroyo de deshielo rugía hacia su destino,
el atardecer se dejaba ir, empeñado en dorar las piedras
que goteaban brillantes cubiertas de liquen y musgo.
En el suelo del bosque, entre los arbustos,
un gorrión confiado hacía los sonidos que hacen los gorriones.

Os juro que no fue un sueño.
Estaba allí: un bobo embobado venido de otro mundo (casas, luces, semáforos…)
y casi de otra época.
Y no me sentía un espectador: ¡yo era también eso!
El arroyo, la roca, el gorrión, el musgo, la hoja y mi pensamiento.
“El arroyo de haya se desploma por la ladera de gorrión dorado”
“El atardecer de agua deshiela rugiendo ese musgo confiado”

Una voz dulce, amiga, sensata, sugirió: “¿Seguimos?”.
Estaba anocheciendo y quedaba mucho camino.

No fue un sueño.
Fue tan verdad como la sensación de una caricia, un dolor, un orgasmo.


miércoles, 16 de marzo de 2011

50 tipos

           Flor de jara. Siempre una de las primeras muestras de vida            de un paisaje quemado

Mientras los expertos entrevistados hablan con absoluta firmeza del incidente nuclear de Japón y lo califican con expresiones que van desde “apocalipsis” hasta “normalidad en la respuesta ante una catástrofe natural excepcional”(*) … 

Mientras esperamos que uno de los reactores de Fukushima  vierta incontroladamente al entorno, no sólo gases, sino una parte de su núcleo de uranio o plutonio…(**)

Mientras los japoneses entierran miles de muertos y nosotros mantenemos inalterada nuestra vida cotidiana…

50 tipos se la juegan en el entorno de la central para intentar minimizar la catástrofe. Nadie como ellos conoce el peligro real de su situación y ninguna orden les obliga a asumir ese riesgo.

Anónimos ángeles con alas plomadas que recorren el paisaje devastado. Ninguna oración, ni el recuerdo de sus hijos, desviarán la radiación gamma que los atraviesa en este momento. No se puede ser más “hombre”. Esos 50 tipos nos reconcilian con nosotros mismos. Gracias.


Yeti, abajo hay un miércoles,
un abecedario, un pan
y dos más dos son cuatro
y se derrite la nieve.
Hay una manzana roja
partida en cuatro.
No sólo crímenes
podría haber entre nosotros,
Yeti, no todas las palabras
condenan a la muerte.
Heredamos la esperanza
y el perdón
Mira cómo damos a luz
niños entre las ruinas.
…            
Wislawa Szymborska
   “Llamando al yeti”


(*) Yo no creo que haya que rechazar la energía nuclear. Pero me jode que, como los generales en la batalla, alguien pueda minimizar o despreciar de esa forma el sufrimiento ajeno. Me temo que para alguno de esos hijos de puta los riesgos son asumibles porque son riesgos ajenos. ¡Qué terrible que, para los que deciden, los riesgos siempre sean “de otros”!


(**) El reactor número tres, que es el que está en más riesgo en este momento, es el único de la central con núcleo de plutonio, mucho más contaminante que el uranio.


                                          --- * --- * --- * --- * ---


Un amigo que ha leído esta entrada me ha enviado un enlace imprescindible para entender la actualidad de Fukushima:
http://www.lapizarradeyuri.com/

y una impresionante entrada sobre los héroes de Chernóbil:
http://lapizarradeyuri.blogspot.com/2010/04/los-tres-superheroes-de-chernobyl.html

Dos párrafos que me emocionan:
"El problema es que las válvulas estaban bajo el agua, dentro de la piscina, cerca del fondo lleno de escombros altamente radioactivos ...
Así pues, como las máquinas ya no podían... Ese era un viaje sólo de ida.
Al parecer, la decisión sobre quién lo haría se tomó de manera muy simple; con aquella vieja frase que, a lo largo de la historia de la humanidad, siempre bastó a los héroes:
–Yo iré."

...
"Ante los ojos encogidos de quienes quedaron atrás, los tres camaradas caminaron ... dicen que conversando apaciblemente entre sí. ...  Esas cosas de las que hablan los bio-robots mientras ven cómo su piel se oscurece lentamente, se les va un poquito la cabeza debido a la ionización de las neuronas y la boca les sabe a uranio cada vez más, conteniendo la náusea...
Pero, de pronto, las esclusas comenzaron a abrirse...  Lo habían logrado. Alguien murmuró que los héroes Ananenko, Bezpalov y Baranov acababan de salvar a Europa. Resulta difícil determinar hasta qué punto tenía razón."


jueves, 10 de marzo de 2011

Eternidad

Quizá feliz en la inmolación, utilizado como arma cruel por otros que sonríen en la cómoda distancia de sus hogares, un hombre se mezcló ayer con los asistentes a un entierro en Pakistán e hizo explotar la carga explosiva que llevaba adherida a su cuerpo, provocando numerosos muertosEsta es la noticia

Ese hombre y sus víctimas inocentes perdieron ayer todo lo que eran y todo lo que hubieran podido llegar a ser. No creo en su cielo de huríes entregadas y probablemente los que le enviaron al sangriento sacrificio tampoco. Si existiera esa eternidad prometida, renuncio desde ahora mismo a cualquier porción de ella. (*)




Estanque detenido para él, recorre en silencio el tiempo sin límite, como una sombra. Nosferatu, el “no muerto”, el demonio torturado cuya paternidad comparten Stoker y Murnau, acompañado para siempre del olor agrio de su putrefacción, ni siquiera siente ya la emoción del mal que representa, de la sangre, del dolor absurdo que genera.
Es eterno, pero ¿quién le envidiaría?. (**)


Y ¿qué decir del “más allá” cristiano que, si somos buenos, nos promete celeste hilo musical, nubecitas de algodón, visión beatífica de Dios y resurrección en alma ¡y cuerpo! (***)?. Parafraseando a Serrat, esa utopía de vida futura, si no fuera tan dañina, nos daría risa.




Pequeñas eternidades de andar por casa:
Queda dicho que no espero una eternidad “personal”. Yo creo en pequeñas prolongaciones de la vida, en unas pocas “eternidades” caseras, modestas, de andar por casa.
Creo que lo que hacemos sobrevivirá limitadamente, para bien o para mal, en el recuerdo de los que compartieron el tiempo con nosotros. 
Creo también que somos transmisores de nuestra valiosa información genética: la clave que permitirá nacer a cualquier hombre del futuro y también la esencia de lo que nos hace irrepetibles. El impulso asociado a ese “prolongarse en otros” es el motor fundamental, consciente o inconsciente, de nuestra conducta. Este es el momento adecuado para pedir disculpas a mis descendientes por algunos fragmentos de ADN francamente impresentables. Lo siento sinceramente, no tenía otros.
Estoy convencido también que cada pequeño gesto de bondad o de amabilidad y, por supuesto, cada muestra de hostilidad o de crueldad, se propagan y tienen efecto en la conducta de quienes los reciben o los sufren. Esos comportamientos también afectan a su actitud para con otros y se extienden como una onda. Hacemos el mundo mejor, en un sentido muy real que afecta a los hombres del presente y el futuro, cuando dejamos pasar al peatón dubitativo del paso de cebra. (Yo no lo he hecho esta apresurada mañana).


Me anticipo a la objeción obvia. A mí tampoco me consuelan esas “eternidades” impersonales, que no satisfacen, más que muy levemente, nuestra ansia de permanencia. No tengo respuesta. El que necesite para vivir (¡o para dormir!) creer en cualquier ridícula promesa de felicidad futura, que lo haga. Hay una amplia oferta de “vidas eternas” a su disposición.
Como tantas veces, no encuentro a nadie que exprese mejor que Carlos Marzal el deseo de perdurar:  Si ese cielo fuera otro momento para decir lo nunca dicho, otra noche en su cama hasta matarnos,…regresaría incluso como un perro tirado en la basura





“La edad del paraíso” (fragmento)
Supongamos que exista -argumentaste-
ese lugar que el hombre ha ambicionado,
desde que al primer hombre le ofendió
la luz, que se perdía; el tiempo, que no vuelve;
Supongamos.
¿Qué es ese Nolugar,
ese Jardín, qué es ese Paraíso?
Parece en los relatos
un limbo insoportable de fantasmas,
un lugar en el cual no existe la inquietud,
porque no existe nada de lo cual inquietarse.
Y, dime, en ese caso,
¿a qué viene desear otra infancia,
una sabia vejez? La juventud candente,
dime, ¿a quién le importa?
Ahora bien, si ese Cielo,
fuese un trasunto nuevo de esta vida,
una nueva ocasión donde enmendar
nuestro propio fracaso, en el fracaso
total de la existencia; otro momento,
para poder decir lo nunca dicho,
otra noche en su cama hasta matarnos,
otro viaje, otro trago y otro precio,
ya veis, a fin de cuentas, otra vida
sin fin y sin castigos; en ese caso, pues,
poco me importa volver para ser niño
otras mil veces más, o regresar
como cualquier anciano, como un joven sin tregua,
porque regresaría incluso como un perro
tirado en la basura.

Pero de lo contrario no contéis conmigo,
pasad la página, apagad la luz,
conceded mi rincón a quien quiera ocuparlo,
y a mí perdedme luego,
en ese otro lugar en donde nada existe
y que es más viejo aún que el Paraíso.

Carlos Marzal


(*) Según el representante de Hamás, hay 2.5 millones de huríes en un palacio del paraíso, esperando entregarse a los profetas, a los justos, a los mártires. 
Procuraré tener en este mundo el sexo necesario para no echarlas de menos.


(**) Hablo de “paternidad compartida” porque preparando esta entrada he leído que los productores de la película de Murnau (“Nosferatu”, 1922) quisieron adquirir los derechos de “Drácula”, la novela de Bram Stoker, pero no tuvieron éxito en su empeño, y decidieron simplemente plagiarla. La viuda de Stoker los demandó con éxito por este hecho.
Esa indignidad de los productores nos ha legado: una película excepcional, el nombre del vampiro que ellos inventaron (creo que nadie conoce a partir de qué) y la poderosa imagen del monstruo, que se ha incorporado a nuestra iconografía y que resulta tan diferente del elegante "Drácula".


(***) Desde niño me he preguntado esa resurrección del cuerpo ¿a qué cuerpo se refiere?. Hoy me pregunto también: ¿la eternidad afecta a la muela que perdí hace unos años?, ¿estaré condenado a sufrir mi contractura muscular para siempre?. De hecho, los transplantados deben estar preparados para una dura pugna por el órgano compartido.


                                                --- * --- * --- * --- * --- * 


El vídeo que sugiere el comentario de la "princesa río", correspondiente al "Drácula" de Coppola, igual de inmortal que el de Murnau, pero tan diferente...