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martes, 22 de junio de 2010

Inicio

La verdad es que no tengo la más remota idea de a qué lugar me llevará este camino.
Eso es probablemente lo que incita a iniciarlo.

Para empezar, un poema esencial de un libro de cabecera y una foto de un "inicio": amanece en Penyagolosa.


Nada es lo mismo
                                                        
                                         La lágrima fue dicha...

Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia.
¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?
No es bueno repetir lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:
Nada es lo mismo.
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.

                      "Palabra sobre palabra" 
                           Ángel González

2 comentarios:

  1. Está solo. Para seguir camino
    se muestra despegado de las cosas.
    No lleva provisiones.

    Cuando pasan los días
    y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
    tan sólo le conmueve
    ese acierto imprevisto
    del que pudo vivir la propia vida
    en el seguro azar de su conciencia,
    así, naturalmente, sin deudas ni banderas.

    Una vez dijo amor.
    Se poblaron sus labios de ceniza.

    Dijo también mañana
    con los ojos negados al presente
    y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
    fantasmas como saldo,
    un camino de nubes.

    Soledad, libertad,
    dos palabras que suelen apoyarse
    en los hombros heridos del viajero.

    De todo se hace cargo, de nada se convence.
    Sus huellas tienen hoy la quemadura
    de los sueños vacíos.

    No quiere renunciar. Para seguir camino
    acepta que la vida se refugie
    en una habitación que no es la suya.
    La luz se queda siempre detrás de una ventana.
    Al otro lado de la puerta
    suele escuchar los pasos de la noche.

    Sabe que le resulta necesario
    aprender a vivir en otra edad,
    en otro amor,
    en otro tiempo.

    Ana.

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  2. En el desván del número 47 había una cosa pequeña que no recordaba la luz del día. Llevaba tanto tiempo abandonada en la oscuridad que apenas le quedaban recuerdos, había olvidado cómo se estaba de pie o con los brazos estirados. Había pasado tantos años allí que había olvidado hasta su nombre. "¿Quién seré?", pensaba. Pero no lograba acordarse.

    Llegó el día en que la familia del número 47 tenía que trasladarse de casa. La cosa pasó el día oyendo golpes, sacudidas y fuerte pisadas en la casa, hasta que, por fin, la puerta del desván se abrió de repente y unas manos grandes empezaron a guardar los trastos en cajas de cartón.

    Por primera vez en muchísimo tiempo, Nada se sentó. Miró alrededor y vio telarañas y polvo flotando entre los rayos de la luna. Luego, en el silencio, oyó unos pasos; un ratón se le acercó corriendo.
    -Los nuevos siempre quieren tirar las cosas que se encuentran- dijo sin presentarse-. Te había visto bajo la alfombra. ¿Qué eres?
    -Nada-contestó Nada.
    -Bueno, nada o no, aquí no puedes quedarte porque vienen los nuevos dueños-dijo el rató, y desapareció.

    ¿Quién soy?, Mick Inkpen

    Me han contado muchas historias y muchos cuentos a lo largo de mi vida, pero los tuyos siempre han sido los mejores.

    Te quiero papichu

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