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martes, 7 de diciembre de 2010

De corazón, gracias.

Estoy profundamente agradecido a los que, sin amarme, en un momento u otro de mi vida, han querido compartir conmigo su tiempo, su pena o alegría, una lectura interesante en voz alta, cine, un viaje, música, cariño o sexo. Las cosas, en resumen, que me recuerdan que estoy vivo cuando esa verdad esencial se adormece en lo cotidiano.


"Ajedrez al atardecer" (otra de las cosas que he compartido con placer):






Szmborska, con su verso corto y su vocabulario sencillo, lo explica muy bien.
Imagino al traductor (¡pobre!) intentando sin conseguirlo encontrar una forma elegante de decir "no-lírico" y "no retórico"...


Agradecimiento

Debo mucho
a quienes no amo.

El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.

La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.

Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
y eso el amor ni puede darlo
ni sabe tomarlo.

No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.

Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.

Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.

Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.

Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.

Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.

"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.


      W. Szymborska

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