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lunes, 27 de diciembre de 2010

Sexo, literatura y bridge.



                                                    W.B.Yeats en 1923 con 58 años. 
                                                   (Foto de http://www.census.nationalarchives.ie)


Tengo un amigo que es un cínico incorregible. Mantiene desde hace tiempo la teoría de que hay un estilo idéntico que conduce al éxito en el bridge y en el sexo. No sé si quién lea esto está familiarizado con estas actividades. Aclararé que ambas se practican, usualmente aunque no siempre, en pareja.
"El sexo y el bridge...",  razona él, "... requieren para ser disfrutados al máximo una pareja estable, con la que uno se compenetre, que genere un entorno de confianza y afecto."
Hasta aquí, el lector probablemente se preguntará por qué presento a mi amigo como un cínico. La respuesta es que su razonamiento sigue así: "... Sin embargo, en ambos casos, si uno siempre practica con su pareja habitual, el juego, aunque satisfactorio, se estabiliza y es más difícil aprender o aplicar nada nuevo. Se hace, por tanto, imprescindible que ambos realicen la actividad ocasionalmente con otras parejas, de las que se pueda aprender, de forma que se enriquezca la práctica con la pareja habitual".
Respecto al sexo, no me siento capaz de opinar por falta de datos. Respecto al bridge, puedo dar fe de que tiene razón.


¿Y la literatura? Él no lee mucho, así que esta parte del razonamiento va por mi cuenta.
Mi reflejo inicial consiste en volver a lo de siempre. Para mí, lo de siempre son media docena de autores que no me canso de leer y releer: Ángel González, Carlos Marzal, García Montero, Szymborska...
He aprendido, sin embargo, a flirtear  (lo siento, lo he buscado y está en el "rae" ...) con autores que no conozco, a través de antologías colectivas o lecturas al azar en mi librería preferida.
Como consecuencia de ese coqueteo, he llegado este año a un autor que, siendo conocido, no lo era para mi pobre "cultureta": W.B. Yeats.


Dos de las próximas entradas tratarán sobre  mi "autoregalo" de reyes:
  • Uno de mis clásicos: Carlos Marzal, que acaba de publicar una colección de cuentos, "Los pobres desgraciados hijos de perra" (Tusquets), que resulta adictiva.
  • W.B. Yeats, que me llegó a través de una antología de poesía irlandesa ojeada (y hojeada) al azar y del que acaba de aparecer "Poesía reunida" (Pre-textos) en edición bilingüe.
Termino aquí. Me voy a seguir leyendo un ratito...



lunes, 20 de diciembre de 2010

Blake Edwards

Ha fallecido esta semana Blake Edwards. Creo que la historia del cine no sería igual sin la serie de "La pantera rosa" (inspector Clouseau / Peter Sellers)  y sobre todo sin "Desayuno con diamantes" y "Víctor o Victoria".
Edwars era además capaz de filmar comedias "de carcajada" como "El guateque" y dramas como "Días de vino y rosas", con ese personaje en proceso de degradación personal, al que no se puede dejar de amar, que interpreta Jack Lemmon.




He leído una anécdota sobre Blake Edwars que da idea del tipo de director (!y de persona!) que era:
 El día anterior a filmar esta escena de "Desayuno con diamantes", en la que José Luis de Vilallonga interpreta a un magnate brasileño, el director proporcionó a éste, como parte del "atrezzo", una pitillera de oro. Sin embargo, en toda la secuencia, Blake Edwars no le permitió mostrarla a la cámara. Ante la extrañeza de Vilallonga, Edwards le indicó que quería que la llevara oculta, porque "un hombre se mueve de forma diferente con una pitillera de oro en el bolsillo".

domingo, 12 de diciembre de 2010

Valientes (II)




Esta es la segunda entrada dedicada a los ejemplos de coraje femenino de los que he sido testigo en los últimos tiempos. 
Las mujeres a las que me refiero confirman que, junto al horror, convive en nosotros esa capacidad para conformar el mundo y nuestra vida: una pelea siempre perdida y ganada a la vez.

En un poema excepcional, refiriéndose a un niño no nacido, Carlos Marzal escribe: "no intuyes...de qué furiosa raza formas parte".



                                  (Para Pau, que me ha oído recitarle este poema antes de que naciera)
Nasciturus
Mientras ocupas de aposento el agua, 
y en el amor del agua te abandonas 
a tu despreocupada travesía, 
como pompa de jabón quimérico, 
sin memoria de ti ni de este mundo, 
perteneces al mundo en su memoria, 
porque en la tierra firme alguien te sueña. 

En germen, y ya en marcha, 
en esbozo, y ya en obra,
                                       mientras duermes
en el conjetural jardín de la inocencia 
y al egoísmo de vivir te aplicas, 
eres la historia entera de los hombres, 
metáfora de todo lo increado, 
ascua de certidumbre en lo imposible. 


Has negado la nada, aun siendo nadie, 
has abrazado el ser, sin ser tu mismo;
en la fragilidad de tu letargo, 
se gesta, inquebrantable, nuestro orgullo, 
nuestro destino en pie, 
nuestra disposición a las alturas. 


Al mecerte 
en tu oquedad marítima, no intuyes 
de qué indómita herencia ya eres dueño, 
de qué furiosa raza formas parte. 


Algo que desconoces te ha forjado 
alegre en el dolor, sabia en la noche, 
criatura fluvial, 

                             allá en tu limbo. 


Carlos Marzal



Valientes (I)







He tenido estos últimos años la oportunidad de asistir, como espectador implicado, al ejemplo de coraje que han dado algunas mujeres de cuya amistad me enorgullezco.
A pesar de encontrarse en situaciones personales complicadas, en algunos casos (no exagero) simplemente terribles, las he visto defender con firmeza, ante el entorno, lo que son, lo que las define. Las he visto florecer con altibajos. He sido testigo de cómo daban una oportunidad a su vida.
Reconforta, con el paso del tiempo, seguir viendo en el fondo de sus ojos esa dignidad personal. Reconforta seguir viendo en sus sonrisas que se puede seguir estando vivo sin arrepentirse por ello, a pesar de todo.
Esta entrada y la siguiente están dedicadas a ellas.




Siempre me ha gustado este poema de Juana de Ibarbourou sobre el valor femenino. Confieso que, a veces, me hubiera gustado bajarlas en brazos "cual conquista de vándalo".


Rebelde

Caronte: yo seré un escándalo en tu barca.
Mientras las otras sombras recen, giman o lloren,
y bajo tus miradas de siniestro patriarca
las tímidas y tristes, en bajo acento, oren,

Yo iré como una alondra cantando por el río
y llevaré a tu barca mi perfume salvaje,
e irradiaré en las ondas del arroyo sombrío
como una azul linterna que alumbrara en el viaje.

Por más que tú no quieras, por más guiños siniestros
que me hagan tus dos ojos, en el terror maestros,
Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo.

Y extenuada de sombra, de valor y de frío,
cuando quieras dejarme a la orilla del río
me bajarán tus brazos cual conquista de vándalo.




jueves, 9 de diciembre de 2010

Máscaras


Tengo últimamente la sensación de que la máscara, que yo pensaba que protegía mi intimidad de los otros, es, por lo menos en parte, un reflejo defensivo que tiene la finalidad de no dejarme ver mi propio rostro. Y el caso es que, a pesar de la imagen que me devuelve el espejo, simplemente no me da la gana de esconderme de lo que soy.


Lo cierto es que no sé cómo he podido convertir la nariz que me hizo mi madre en este "apagacirios de catedral". Tampoco sé cómo al niño que era le ha sobrevenido esta agridulce sombra que ahora viene conmigo siempre.
Intento asumir los daños a cara descubierta.




Un aria clásica. El payaso, roto por dentro, se viste y se maquilla para el espectáculo, cumpliendo el ritual.
Ya sabéis el final. Hace tiempo que la conciencia de que el espectáculo siempre acaba así me acompaña.




!Actuar! ¡Mientras preso del delirio,
no sé ya lo que digo
ni lo que hago!
Y sin embargo, es necesario... ¡esfuérzate!
¡Bah! ¿Acaso eres tú un hombre?
¡Tú eres payaso!
Ponte el traje
y la cara enharina.
La gente paga y aquí quiere reír,
y si Arlequín te birla a Colombina,
¡ríe, Payaso, y todos te aplaudirán!
Transforma en bromas la congoja y el llanto;
en una mueca los sollozos y el dolor. ¡Ah!
¡Ríe, Payaso,
sobre tu amor despedazado!
¡Ríe del dolor que te envenena el corazón!

"Pagliaggi" Leoncavallo

martes, 7 de diciembre de 2010

De corazón, gracias.

Estoy profundamente agradecido a los que, sin amarme, en un momento u otro de mi vida, han querido compartir conmigo su tiempo, su pena o alegría, una lectura interesante en voz alta, cine, un viaje, música, cariño o sexo. Las cosas, en resumen, que me recuerdan que estoy vivo cuando esa verdad esencial se adormece en lo cotidiano.


"Ajedrez al atardecer" (otra de las cosas que he compartido con placer):






Szmborska, con su verso corto y su vocabulario sencillo, lo explica muy bien.
Imagino al traductor (¡pobre!) intentando sin conseguirlo encontrar una forma elegante de decir "no-lírico" y "no retórico"...


Agradecimiento

Debo mucho
a quienes no amo.

El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.

La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.

Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
y eso el amor ni puede darlo
ni sabe tomarlo.

No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.

Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.

Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.

Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.

Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.

Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.

"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.


      W. Szymborska

martes, 22 de junio de 2010

Inicio

La verdad es que no tengo la más remota idea de a qué lugar me llevará este camino.
Eso es probablemente lo que incita a iniciarlo.

Para empezar, un poema esencial de un libro de cabecera y una foto de un "inicio": amanece en Penyagolosa.


Nada es lo mismo
                                                        
                                         La lágrima fue dicha...

Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia.
¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?
No es bueno repetir lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:
Nada es lo mismo.
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.

                      "Palabra sobre palabra" 
                           Ángel González