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domingo, 16 de octubre de 2011

Prejuicios


Los prejuicios tienen mala reputación. No se puede utilizar ese término sin invocar fantasmas de racismo, discriminación, odio al diferente...
Evidentemente hay prejuicios que justifican esta valoración. No es preciso buscar muy lejos. Basta, por ejemplo, con abrir el periódico del día.

Debo decir, sin embargo, que esta visión negativa del prejuicio me parece, en sí misma, un prejuicio dañino que nos impide analizar objetivamente nuestro proceso de toma de decisiones.


                                               ¿Prejuicio sobre la gravedad? (*)

¿Quién puede negar que, en una forma muy real, cada juicio que emitimos es un prejuicio? No es posible para nadie pensar el mundo, cada vez, desde el principio. Toda nuestra valoración del entorno, toda elección entre alternativas posibles, están apoyadas en información parcial. Cada mañana, cuando abrimos la nevera para servirnos agua, colocamos el vaso debajo de la jarra, esperando que la gravedad se comporte como siempre. Quizá un día el agua fluya hasta el techo, en lugar de caer al vaso. Mientras eso no suceda, el prejuicio gravitatorio funciona.

Porque esa es la clave del prejuicio: permite sobrevivir, está ligado íntimamente a nuestro esquema de respuesta innato ante los acontecimientos. No en vano, el prejuicio fundamental se podría resumir como: “Lo diferente, lo desconocido, es malo y peligroso”. Gracias a esta idea, profundamente arraigada en nosotros, hemos huido de animales terribles y no hemos muerto envenenados por ingerir plantas venenosas.
En un experimento muy ingenioso, Gerd Gigerenzer muestra como los alemanes aciertan más que los norteamericanos (90% frente a 60%) en la respuesta a la pregunta: “¿Qué ciudad tiene más habitantes, Detroit o Milwaukee?". Resulta evidente que los norteamericanos tienen mucha más información sobre esas ciudades. ¿Cómo es posible que los alemanes acierten mucho más?. La respuesta parece también clara: porque saben menos y el prejuicio, aplicado en ausencia de "conocimiento", funciona. Eligen Detroit (la respuesta correcta) simplemente porque no tienen ni idea de cómo es Milwaukee.


            El antropólogo Edgar Morin, comenta críticamente la definición que hacemos de nosotros mismos, ese pretencioso e irracional título que nos aplicamos: “homo sapiens”. Morin nos recuerda (“El paradigma perdido”) que, cuando preguntamos a un ser humano acerca de los momentos importantes de su vida, nunca cita momentos “sapiens” (‘resolví un teorema'), sino instantes en que prima lo emocional (‘la vi sonreírme’). No hace falta recurrir al psicoanálisis para entender cómo en la base de nuestras decisiones está lo menos racional de nosotros, ese monstruo interno, no iluminable por la razón, que habita en lo más profundo de nuestro inconsciente.

            Así pues, con un motor que nos impulsa, profundamente irracional y con un proceso de toma de decisiones, basado en información parcial, que tiende a repetir esquemas de respuesta del pasado, ¿cómo podemos aprender o  progresar?. Más aún, ¿cómo es posible que la especie haya variado de forma tan radical su comportamiento a lo largo de la historia?.
            La respuesta es probablemente que en nosotros habita también el ansia de conocer lo nuevo, de aprender.
            En delicado e inestable equilibrio con nuestros prejuicios, ese impulso nos empuja a explorar lo desconocido, a asumir riesgos. Esa actitud de aprendizaje, que prima en nosotros durante la infancia y la adolescencia, está en la esencia del conocimiento, de la cultura, de la ciencia (¡y de la posibilidad de se feliz, me parece a mi! ). (**)

            Solo tenemos una estrategia posible para que ese impulso juvenil no decaiga con la edad. Tenemos que hacer un esfuerzo consciente y voluntario para “desaprender”, para deshacernos del prejuicio obsoleto y de la respuesta refleja asociada, para desprendernos de esa lente que nos hace percibir el mundo de una forma determinada.
En palabras de Eduard Punset:

“La opinión que tú tienes no es el resultado de ver, sino de mirar las cosas de una determinada manera.”
"Dado que nuestra visión de muchos aspectos del universo, la vida, la mente y la tecnología ha cambiado radicalmente, la ciencia trae ese mensaje revolucionario con miras al futuro: ‘Tenemos que olvidar o desaprender casi todo, mucho más en cualquier caso que lo que hemos de aprender’.”


          Por supuesto, desaprender es urgente cuando el prejuicio que albergamos es esencialmente perjudicial para nosotros mismos o para otras personas. No he conseguido encontrar una referencia para un experimento con ratones de laboratorio que me pareció especialmente revelador. Lo describo a continuación con brevedad:
         Los ratones fueron encerrados en un recinto que contenía una escalera sobre la que se colocaba un poco de queso. Cuando un ratón subía a por el queso y lo obtenía, los demás recibían una descarga eléctrica. Cualquiera de ellos podía pulsar un interruptor que electrificaba la escalera y, por supuesto, aprendieron a utilizarlo cuando otro intentaba subir a por el queso. Transcurrido poco tiempo, ningún ratón se atrevía a subir. Sabía que inevitablemente los demás le atacarían.
         Entonces los investigadores desactivaron el mecanismo que castigaba a los ratones cuando otro obtenía el queso y, de forma aún más importante en mi opinión, sustituyeron progresivamente uno a uno a los ratones originales.
         Los ratones seguían atacando sin piedad al que pretendía subir, aunque esa conducta no era ya justificable. La descarga de castigo ya no se producía, ninguno de los ratones presentes la había sufrido jamás y, ni siquiera, ninguno había visto a otro ratón sufrirla.


La tradición hace pervivir también en nosotros prejuicios que ya no tienen sentido, si algún día lo tuvieron, y provocan conductas dañinas, que no podemos siquiera explicar de forma convincente.




¿Qué hemos desaprendido hoy?






(*)



(**) Parece obligado expresar desde aquí agradecimiento al "librepensador" que se comió, por ejemplo, la primera ostra cruda.





miércoles, 20 de abril de 2011

Fin del mundo

 Según el Gobernador de California, la red mundial de ordenadores Skynet tomó ayer conciencia de sí misma.
Mañana desencadenará un ataque nuclear contra la Humanidad.





Habrá que aprovechar las horas que quedan....



lunes, 4 de abril de 2011

Momento



No fue un sueño.
El arroyo de deshielo se desplomaba por la ladera de roca pulida,
la luz de la tarde huía en ocre,
el suelo del bosque crujía, alfombrado de hojas de haya de otros años.
Y allí estaba yo: un imbécil vestido de Decathlon.

No fue un sueño.
El arroyo de deshielo rugía hacia su destino,
el atardecer se dejaba ir, empeñado en dorar las piedras
que goteaban brillantes cubiertas de liquen y musgo.
En el suelo del bosque, entre los arbustos,
un gorrión confiado hacía los sonidos que hacen los gorriones.

Os juro que no fue un sueño.
Estaba allí: un bobo embobado venido de otro mundo (casas, luces, semáforos…)
y casi de otra época.
Y no me sentía un espectador: ¡yo era también eso!
El arroyo, la roca, el gorrión, el musgo, la hoja y mi pensamiento.
“El arroyo de haya se desploma por la ladera de gorrión dorado”
“El atardecer de agua deshiela rugiendo ese musgo confiado”

Una voz dulce, amiga, sensata, sugirió: “¿Seguimos?”.
Estaba anocheciendo y quedaba mucho camino.

No fue un sueño.
Fue tan verdad como la sensación de una caricia, un dolor, un orgasmo.


miércoles, 16 de marzo de 2011

50 tipos

           Flor de jara. Siempre una de las primeras muestras de vida            de un paisaje quemado

Mientras los expertos entrevistados hablan con absoluta firmeza del incidente nuclear de Japón y lo califican con expresiones que van desde “apocalipsis” hasta “normalidad en la respuesta ante una catástrofe natural excepcional”(*) … 

Mientras esperamos que uno de los reactores de Fukushima  vierta incontroladamente al entorno, no sólo gases, sino una parte de su núcleo de uranio o plutonio…(**)

Mientras los japoneses entierran miles de muertos y nosotros mantenemos inalterada nuestra vida cotidiana…

50 tipos se la juegan en el entorno de la central para intentar minimizar la catástrofe. Nadie como ellos conoce el peligro real de su situación y ninguna orden les obliga a asumir ese riesgo.

Anónimos ángeles con alas plomadas que recorren el paisaje devastado. Ninguna oración, ni el recuerdo de sus hijos, desviarán la radiación gamma que los atraviesa en este momento. No se puede ser más “hombre”. Esos 50 tipos nos reconcilian con nosotros mismos. Gracias.


Yeti, abajo hay un miércoles,
un abecedario, un pan
y dos más dos son cuatro
y se derrite la nieve.
Hay una manzana roja
partida en cuatro.
No sólo crímenes
podría haber entre nosotros,
Yeti, no todas las palabras
condenan a la muerte.
Heredamos la esperanza
y el perdón
Mira cómo damos a luz
niños entre las ruinas.
…            
Wislawa Szymborska
   “Llamando al yeti”


(*) Yo no creo que haya que rechazar la energía nuclear. Pero me jode que, como los generales en la batalla, alguien pueda minimizar o despreciar de esa forma el sufrimiento ajeno. Me temo que para alguno de esos hijos de puta los riesgos son asumibles porque son riesgos ajenos. ¡Qué terrible que, para los que deciden, los riesgos siempre sean “de otros”!


(**) El reactor número tres, que es el que está en más riesgo en este momento, es el único de la central con núcleo de plutonio, mucho más contaminante que el uranio.


                                          --- * --- * --- * --- * ---


Un amigo que ha leído esta entrada me ha enviado un enlace imprescindible para entender la actualidad de Fukushima:
http://www.lapizarradeyuri.com/

y una impresionante entrada sobre los héroes de Chernóbil:
http://lapizarradeyuri.blogspot.com/2010/04/los-tres-superheroes-de-chernobyl.html

Dos párrafos que me emocionan:
"El problema es que las válvulas estaban bajo el agua, dentro de la piscina, cerca del fondo lleno de escombros altamente radioactivos ...
Así pues, como las máquinas ya no podían... Ese era un viaje sólo de ida.
Al parecer, la decisión sobre quién lo haría se tomó de manera muy simple; con aquella vieja frase que, a lo largo de la historia de la humanidad, siempre bastó a los héroes:
–Yo iré."

...
"Ante los ojos encogidos de quienes quedaron atrás, los tres camaradas caminaron ... dicen que conversando apaciblemente entre sí. ...  Esas cosas de las que hablan los bio-robots mientras ven cómo su piel se oscurece lentamente, se les va un poquito la cabeza debido a la ionización de las neuronas y la boca les sabe a uranio cada vez más, conteniendo la náusea...
Pero, de pronto, las esclusas comenzaron a abrirse...  Lo habían logrado. Alguien murmuró que los héroes Ananenko, Bezpalov y Baranov acababan de salvar a Europa. Resulta difícil determinar hasta qué punto tenía razón."


jueves, 10 de marzo de 2011

Eternidad

Quizá feliz en la inmolación, utilizado como arma cruel por otros que sonríen en la cómoda distancia de sus hogares, un hombre se mezcló ayer con los asistentes a un entierro en Pakistán e hizo explotar la carga explosiva que llevaba adherida a su cuerpo, provocando numerosos muertosEsta es la noticia

Ese hombre y sus víctimas inocentes perdieron ayer todo lo que eran y todo lo que hubieran podido llegar a ser. No creo en su cielo de huríes entregadas y probablemente los que le enviaron al sangriento sacrificio tampoco. Si existiera esa eternidad prometida, renuncio desde ahora mismo a cualquier porción de ella. (*)




Estanque detenido para él, recorre en silencio el tiempo sin límite, como una sombra. Nosferatu, el “no muerto”, el demonio torturado cuya paternidad comparten Stoker y Murnau, acompañado para siempre del olor agrio de su putrefacción, ni siquiera siente ya la emoción del mal que representa, de la sangre, del dolor absurdo que genera.
Es eterno, pero ¿quién le envidiaría?. (**)


Y ¿qué decir del “más allá” cristiano que, si somos buenos, nos promete celeste hilo musical, nubecitas de algodón, visión beatífica de Dios y resurrección en alma ¡y cuerpo! (***)?. Parafraseando a Serrat, esa utopía de vida futura, si no fuera tan dañina, nos daría risa.




Pequeñas eternidades de andar por casa:
Queda dicho que no espero una eternidad “personal”. Yo creo en pequeñas prolongaciones de la vida, en unas pocas “eternidades” caseras, modestas, de andar por casa.
Creo que lo que hacemos sobrevivirá limitadamente, para bien o para mal, en el recuerdo de los que compartieron el tiempo con nosotros. 
Creo también que somos transmisores de nuestra valiosa información genética: la clave que permitirá nacer a cualquier hombre del futuro y también la esencia de lo que nos hace irrepetibles. El impulso asociado a ese “prolongarse en otros” es el motor fundamental, consciente o inconsciente, de nuestra conducta. Este es el momento adecuado para pedir disculpas a mis descendientes por algunos fragmentos de ADN francamente impresentables. Lo siento sinceramente, no tenía otros.
Estoy convencido también que cada pequeño gesto de bondad o de amabilidad y, por supuesto, cada muestra de hostilidad o de crueldad, se propagan y tienen efecto en la conducta de quienes los reciben o los sufren. Esos comportamientos también afectan a su actitud para con otros y se extienden como una onda. Hacemos el mundo mejor, en un sentido muy real que afecta a los hombres del presente y el futuro, cuando dejamos pasar al peatón dubitativo del paso de cebra. (Yo no lo he hecho esta apresurada mañana).


Me anticipo a la objeción obvia. A mí tampoco me consuelan esas “eternidades” impersonales, que no satisfacen, más que muy levemente, nuestra ansia de permanencia. No tengo respuesta. El que necesite para vivir (¡o para dormir!) creer en cualquier ridícula promesa de felicidad futura, que lo haga. Hay una amplia oferta de “vidas eternas” a su disposición.
Como tantas veces, no encuentro a nadie que exprese mejor que Carlos Marzal el deseo de perdurar:  Si ese cielo fuera otro momento para decir lo nunca dicho, otra noche en su cama hasta matarnos,…regresaría incluso como un perro tirado en la basura





“La edad del paraíso” (fragmento)
Supongamos que exista -argumentaste-
ese lugar que el hombre ha ambicionado,
desde que al primer hombre le ofendió
la luz, que se perdía; el tiempo, que no vuelve;
Supongamos.
¿Qué es ese Nolugar,
ese Jardín, qué es ese Paraíso?
Parece en los relatos
un limbo insoportable de fantasmas,
un lugar en el cual no existe la inquietud,
porque no existe nada de lo cual inquietarse.
Y, dime, en ese caso,
¿a qué viene desear otra infancia,
una sabia vejez? La juventud candente,
dime, ¿a quién le importa?
Ahora bien, si ese Cielo,
fuese un trasunto nuevo de esta vida,
una nueva ocasión donde enmendar
nuestro propio fracaso, en el fracaso
total de la existencia; otro momento,
para poder decir lo nunca dicho,
otra noche en su cama hasta matarnos,
otro viaje, otro trago y otro precio,
ya veis, a fin de cuentas, otra vida
sin fin y sin castigos; en ese caso, pues,
poco me importa volver para ser niño
otras mil veces más, o regresar
como cualquier anciano, como un joven sin tregua,
porque regresaría incluso como un perro
tirado en la basura.

Pero de lo contrario no contéis conmigo,
pasad la página, apagad la luz,
conceded mi rincón a quien quiera ocuparlo,
y a mí perdedme luego,
en ese otro lugar en donde nada existe
y que es más viejo aún que el Paraíso.

Carlos Marzal


(*) Según el representante de Hamás, hay 2.5 millones de huríes en un palacio del paraíso, esperando entregarse a los profetas, a los justos, a los mártires. 
Procuraré tener en este mundo el sexo necesario para no echarlas de menos.


(**) Hablo de “paternidad compartida” porque preparando esta entrada he leído que los productores de la película de Murnau (“Nosferatu”, 1922) quisieron adquirir los derechos de “Drácula”, la novela de Bram Stoker, pero no tuvieron éxito en su empeño, y decidieron simplemente plagiarla. La viuda de Stoker los demandó con éxito por este hecho.
Esa indignidad de los productores nos ha legado: una película excepcional, el nombre del vampiro que ellos inventaron (creo que nadie conoce a partir de qué) y la poderosa imagen del monstruo, que se ha incorporado a nuestra iconografía y que resulta tan diferente del elegante "Drácula".


(***) Desde niño me he preguntado esa resurrección del cuerpo ¿a qué cuerpo se refiere?. Hoy me pregunto también: ¿la eternidad afecta a la muela que perdí hace unos años?, ¿estaré condenado a sufrir mi contractura muscular para siempre?. De hecho, los transplantados deben estar preparados para una dura pugna por el órgano compartido.


                                                --- * --- * --- * --- * --- * 


El vídeo que sugiere el comentario de la "princesa río", correspondiente al "Drácula" de Coppola, igual de inmortal que el de Murnau, pero tan diferente...




domingo, 6 de marzo de 2011

Tiempo. Pinceladas.



            “Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra”
              El tiempo vuela, como las nubes, como las naves, como las sombras.
                                    Reloj de sol y paisaje quemado en Otos (Valencia)



Resulta difícil explicar,  pero creo que fácil de entender, por qué la idea de “tiempo” resulta tan inquietante, tan sugerente, tan provocadora.

Tengo recuerdos muy tempranos, quizá de algún día en que falté al colegio, en los que me veo en mi cama repasando la inmensa caja de fotografías familiares. En particular, me acuerdo de una imagen de la infancia mi padre, en su colegio de posguerra, vestido de niño pobre y ataviado con una gorra que entonces me hacía reír. También me impresionaban las imágenes de la belleza juvenil de mi madre. Abrir esa caja era recibir el impacto de una verdad sorprendente para un niño: las personas que conoces vivieron otro mundo y ellos mismos no han sido siempre como ahora: ¡hubo otro tiempo!

Aunque la idea inversión de la flecha temporal se ha convertido hoy en un tópico de la divulgación científica y la ficción (*), nada de lo que he leído después me ha impresionado como lo hizo “Ubik”, una novela absolutamente perturbadora de Philip K. Dick,  cuya lectura recuerda inevitablemente las conocidas  aficiones psicotrópicas del autor y que tiene una sorprendente trama apoyada en la inversión temporal.

Es obligado también, en este contexto, citar la idea de “duración”  como percepción subjetiva (**),  frente a ese tiempo, cuyo transcurrir se supone inexorablemente preciso. En este momento, a pesar de estar a las puertas de la primavera,  tengo la sensación de que anteayer era Navidad.

Hay también una idea vinculada, acerca del Renacimiento,  que creo que no ha sido suficientemente destacada. Me parece que el Renacimiento supone un cambio radical en la forma de percibir del tiempo. Simplificando (mucho), podríamos decir que el tiempo, que parece casi detenido en la Edad Media, se acelera en el Renacimiento y aparece el tiempo “humano”, “mi tiempo”, el que me queda por vivir, concebido como un bien que no se puede desperdiciar.  Eso es lo que permite , por ejemplo, relacionar la evolución en la escultura (“arte en movimiento y del movimiento”) con algunas de las ideas básicas de la época: “Tempus fugit” (el tiempo se escapa), “Carpe diem” (aprovecha el momento, no lo malgastes) , “Ubi sunt” (¿dónde están las cosas que amamos y se fueron para siempre?).

           Reloj de sol en el paseo marítimo de Sagunto. Foto de Vicente Casañ. Gracias.

En su tenebrosa distopía “1984” G. Orwell escribe: “Lo que no puede ser dicho no puede ser pensado” (***). En castellano (¡y en francés!) es imposible saber, fuera de contexto, si una frase como “Es mal tiempo para la poesía” se refiere a que ningún escritor vende los suficientes libros para subsistir o a que habrá que cancelar por lluvia el recital de esta tarde.
Así pues, habrá que reconocer el mérito de los idiomas que han generado en su evolución dos términos diferentes para expresar las dos ideas englobadas en nuestro “tiempo”. Cansados como estamos de citar la riqueza del castellano, habrá que dar las gracias por “temps” y “oratge” y también por “time” y “weather”. Sería interesante saber como funciona esta ambigüedad en idiomas alejados culturalmente del nuestro: chino, japonés…

                                           -- * -- * -- * -- * -- * -- 


                    La avanzadilla del grupo excursionista del “Congreso de Castilla-León de escritores castellanos en lengua castellana” estaba llegando finalmente a la cumbre. El galardonado poeta no iba sobrado de aliento, pero aún así, fiel a su costumbre de regalar a sus oyentes momentos de imborrable emoción, se adelantó decidido hacia la cima mientras recitaba con voz firme:

                  "Gracias, ¡oh Dios! por este tiempo,
                    por este apasionante, sobrecogedor, cálido tiempo…"

                 No fue posible saber a qué tiempo se refería, ni si el dios invocado era Chronos o Eolo, porque su ímpetu creador fue mucho y el segundo verso demasiado largo (o la distancia que le separaba de la cima demasiado corta).
                Mientras se despeñaba gloriosamente, tuvo probablemente tiempo para percibir que efectivamente había conseguido generar en los asistentes una “imborrable emoción contenida”. Uno de sus colegas pensó: “Llegó a la cumbre demasiado rápidamente. A la literaria también”. Otro masculló para sí: “Siempre, siempre, le sobraba un adjetivo”.

                           Los excursionistas más rezagados llegaban y todavía resonaba el eco:  “... tiempo, tiempo, empo, mpo…”. El tiempo del eco también se acabó. La montaña quedó al fin en literario silencio.


                                           -- * -- * -- * -- * -- * -- 



(*) Me viene a la cabeza ahora “(Breve) Historia del tiempo” de Stephen Hawking o dos “pelis”: La arriesgada “El curioso caso de Benjamin Button” de David Fincher, que desarrolla con dignidad un guión que podría habernos parecido ridículo y nos resulta emocionante y  la genial “Atrapado en el tiempo” (“El día de la marmota”) de Harold Ramis, con esa idea de un hombre que revive indefinidamente el mismo día.


(**) Cito aquí a Bergson, el filósofo francés padre de la idea: “el espíritu es una cosa que dura”. Ese equilibrio entre continuidad y mutabilidad es probablemente lo que nos permite la conciencia (¿ilusión?) de constituir un ser único, a pesar de que estamos en constante variación e intercambio con el mundo exterior.
La frase de Bergson recuerda también un conocido chiste sobre el amor y su duración. (Lo siento, pero la entrada estaba quedando muy pedante y había que aligerarla)


(***) En esa novela, el poder político desarrolla un nuevo idioma, llamado “neolengua”, en el que no existen sinónimos, ni términos que expresen ideas abstractas, intentando así reducir a lo utilitario la capacidad de pensar de los ciudadanos e incapacitándolos para cualquier reflexión “subversiva”. 



lunes, 7 de febrero de 2011

diosecillos impotentes


                                                       Belleza y horror.

                             En Espadán, en primavera, una araña blanca, mimetizada
                             con la flor en la que vive, ha capturado una abeja.  Ésta, a su vez, 
                             lleva su abdomen lleno de polen, que hubiera sido fuente de vida
                             para otra flor. 



Lo diré sin ambages: Desde mi punto de vista, inevitablemente humano (*), este mundo es una chapuza.
Estamos hablando, por ejemplo, de un universo capaz de generar la vida y en el que, sin embargo, la supervivencia de los individuos de cada especie exige básicamente que sean capaces de comerse a los miembros de otra. (**)
Estamos hablando, decía, de un mundo en el que un bellísimo insecto irisado ha tenido la desgracia de encontrarse con la luna de mi coche esta mañana. Hace unas horas le hubiera hecho fotos de "macro", en la montaña, admirado de su perfección. Hoy he quitado, con un poco de asco, sus restos de mi parabrisas.
(Creo que no hace falta una nota a pie de página para que recordemos algunas de las atrocidades que este mundo encierra. El lector interesado puede, por ejemplo, abrir un periódico o acercarse a cualquier planta de hospital infantil)


Alguien ha dicho que, si existiera un creador, más le valdría tener una buena excusa. Yo no creo en un ser creador, pero me parece que, si lo hubiera, nos debe haber tocado un pobre diosecillo incapaz de hacerlo mejor. Le imagino impotente, viendo avergonzado su obra.


Me divierte el magnífico poema de Carlos Marzal que copio a continuación. Uno imagina en la clase de dioses novatos (escuela primaria divina, probablemente) al profesor proponiendo como ejercicio crear un universo. Indudablemente el trabajo le fue asignado a un alumno poco dotado.


     "Consideraciones gnósticas"
Acerca de este mundo y acerca de su artífice,
cada cual puede servirse a voluntad.
A fin de cuentas, en asuntos de fe
y en asuntos de gusto
quien rige es el capricho.
Respecto de esta vida y respecto de aquella
que está al final del lago del olvido,
que cada cual termine por creer
lo que le venga en gana.
(Ya soplan bastantes malos vientos
por estos territorios
como para recomendar a los incautos
que inventen y que anhelen otros mundos.)

Sin embargo-sin ser muy perspicaz
ni malintencionado-, estoy seguro
de que con poco esfuerzo y con menos talento
se podría haber hecho de este mundo
un lugar habitable, y de sus habitantes
otro pequeño mundo en armonía.
Un poco más de orgullo en la desgracia.
Un poco más de fuerza en la desdicha.
Un poco más de suerte contra el tiempo.
Como no ha sido así, como nos doblegamos
y el mal sueño persiste, se me ocurren,
entre otras muchas cosas, estas dos
tristes observaciones:
si el artífice
no acertó en este mundo, para qué
pensar que iba a acertar en el siguiente,
y que ignoro por qué le han encargado
trabajo tan difícil
al más inepto alumno de la clase.



                        




(*) Ya sé que mi punto de vista es subjetivo: soy un individuo cualquiera de una especie más, de las que pueblan este mundo. Cuando yo digo "sufrimiento", "belleza", "horror"... sé de sobra que son conceptos humanos que solo tienen sentido para un ser humano (para algún ser humano, quiero decir).
Si quien objeta a lo escrito es extraterrestre o la primera lagartija capaz de teclear, por favor, que me lo haga saber en el comentario. Eso no otorgará objetividad a su punto de vista,  pero al menos le concederá una interesante subjetividad de marciano o lagartija.
Si este universo no es una "chapuza" desde el punto de vista su hipotético creador, creo que su estrategia de comunicación también ha fallado estrepitosamente. En mi calle esta mañana un niño lloraba con un dolor profundo, no tengo ni idea de por qué.




(**) Ya sé, ya sé, hay excepciones. No todos los seres sobreviven comiendo a los miembros de otras especies. Algunos se alimentan de materiales no vivos y son devorados siempre sin contrapartida. Otros prefieren, más o menos ocasionalmente, comerse a los miembros de su propia especie

lunes, 24 de enero de 2011

Hierba, árboles y molinos




Hay que elegir: brizna de hierba o árbol. Dos estrategias básicas de supervivencia. Cuando el viento sopla, o bien haces concesiones, te acomodas y aguardas a que vengan mejores tiempos, o bien te mantienes firme, esperando que no sea suficientemente intenso como para derribarte.
Por supuesto, nadie sigue una única estrategia en todas las situaciones. Mi padre, que era un ejemplo claro de flexibilidad, que evitaba casi siempre una discusión, incluso asumiendo importantes costes personales, y al que yo le he parecido siempre demasiado "árbol", solía definir su posición frente a los demás como "más que nadie, menos que nadie". Le he visto a veces tan firme en su pequeña estatura que parecía un baobab.
El más "árbol" de nosotros, dedica una gran parte de su vida a un trabajo que, por estimulante y creativo que sea, supone una concesión terrible a la realidad del mundo.Vendemos o malvendemos, nos guste reconocerlo o no, gran parte de lo único que tenemos: nuestra vida. No he conseguido encontrar una cita (creo que de David Cooper) que dice algo como "En Occidente todos somos prostitutas".


Hay un proverbio chino, relacionado con el viento entendido como amenaza,  que he utilizado muchas veces para ilustrar una sugerencia de actitud positiva ante las dificultades: "Cuando se anuncian vientos, hay quienes construyen muros y quienes construyen molinos". El reto, me parece a mí, es ser capaces de aferrarnos con raíz apasionada a  lo que merezca la pena del mundo, construir "molinos" para cambiarlo en la medida de nuestras posibilidades,  y, cuando sople muy fuerte, que cada uno elija su camino: brizna o tronco.


La foto (móvil) es de mi sendero de ayer de Espadán, que estaba repleto de árboles derribados, refugios de vida nueva.

domingo, 16 de enero de 2011

No sé




                                                ...este desconcierto bondadoso
                                               que celebra obediente con su cristal de aumento
                                               la arquitectura mágica que vive en los detalles.
                                            

                                                                            Carlos Marzal



    Uno de esos personajes de W.Allen que uno tiende a confundir con su creador, porque siempre parecen autobiográficos, dice (cito de memoria) que la expresión "Es benigno" es la más bella que se puede decir en cualquier idioma. Puede perfectamente ser así, aunque supongo que es cuestión de sensibilidades. En todo caso, yo diría que le siguen muy de cerca "Te quiero" y "No sé".
     Creo que no hace falta explicar la belleza de "Es benigno", que insinúa que es posible seguir viviendo, ni de "Te quiero", que sugiere que quizá la vida nos dé una tregua y sea, probablemente sólo por un instante, como deseamos.
     Para explicar por qué me parece bello un "No sé", especialmente uno cargado de asombro constructivo, utilizaré unos párrafos de Szymborska (*):

    La inspiración, cualquier cosa que sea, nace de un perpetuo "no lo sé'' ... Estimo altamente estas dos pequeñas palabras: "no sé''. Pequeñas, pero dotadas de alas para el vuelo. Nos agrandan la vida hasta una dimensión que no cabe en nosotros mismos y hasta el tamaño en el que está suspendida nuestra Tierra diminuta.

  Imagino ... que tengo la oportunidad platicar con Eclesiastés, autor de un lamento estremecedor sobre la vanidad de todas las empresas humanas. Me habría inclinado muy hondamente ante él.... Pero luego lo habría cogido de la mano: "Nada hay nuevo bajo el sol'', has escrito, Eclesiastés. Sin embargo, Tú mismo has nacido nuevo bajo el sol. Y el poema que has creado también es nuevo bajo el sol, ya que antes de Ti nadie lo había escrito. Y nuevos bajo el sol son tus lectores, puesto que los que vivieron antes que Tú no te podían leer. Y el ciprés, en cuya sombra te sentaste, no crece aquí desde el principio del mundo. Le dio origen otro ciprés, semejante al tuyo, pero no en todo igual.

... Nada es común. Ninguna piedra y ninguna nube sobre esa piedra. Ningún día y ninguna noche que le suceda. Y sobre todo, ninguna existencia particular en este mundo. 

    Con respecto a nuestro mundo, con seguridad sería un lugar mucho peor sin Newton, Shakespeare, Puccini, Einstein o Billy Wilder, que sintieron la inquietud constructiva de un "no sé" y la sublimaron en acción, que a su vez cambió el estado de las cosas.


   Ahora la confesión personal: Lo más revolucionario del "no sé",  aquello que me hace considerar el asombro como un sentimiento excepcional, es simplemente que es el paso previo a tomar las riendas de la propia vida. Si uno no se mira a sí mismo con sorpresa y no cuestiona el conjunto de irracionalidades que le son presentadas como obviedades, la autonomía resulta simplemente imposible.
   Lo diré más claramente. Sin el arma fundamental del asombro, yo seguiría adorando diosecillos estúpidos, según me enseñaron, acatando normas de conducta simplemente ridículas y mi vida hubiera sido mucho más convencional, mucho más pobre.
   Creo que, si algún día les preguntan a mis hijas qué les enseñó el mentecato de su padre, apenas podrán citar dos cosas: 
    La primera es a no aceptar que hay zonas en su vida sobre las que no se debe reflexionar, en las que se debe aceptar sin cuestionarla la verdad dominante . 
    La segunda es que hay que huir del miedo que impide cambiar la realidad. Hay que tenerle pánico al miedo que paraliza, acomoda y esclaviza.
   Les deseo, a ellas que están empezando, y a Pau, que apenas ha tenido tiempo aún de comenzar, una vida llena de asombro emocionado.







(*) Discurso de aceptación del Nobel de Literatura 1997.