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domingo, 6 de marzo de 2011

Tiempo. Pinceladas.



            “Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra”
              El tiempo vuela, como las nubes, como las naves, como las sombras.
                                    Reloj de sol y paisaje quemado en Otos (Valencia)



Resulta difícil explicar,  pero creo que fácil de entender, por qué la idea de “tiempo” resulta tan inquietante, tan sugerente, tan provocadora.

Tengo recuerdos muy tempranos, quizá de algún día en que falté al colegio, en los que me veo en mi cama repasando la inmensa caja de fotografías familiares. En particular, me acuerdo de una imagen de la infancia mi padre, en su colegio de posguerra, vestido de niño pobre y ataviado con una gorra que entonces me hacía reír. También me impresionaban las imágenes de la belleza juvenil de mi madre. Abrir esa caja era recibir el impacto de una verdad sorprendente para un niño: las personas que conoces vivieron otro mundo y ellos mismos no han sido siempre como ahora: ¡hubo otro tiempo!

Aunque la idea inversión de la flecha temporal se ha convertido hoy en un tópico de la divulgación científica y la ficción (*), nada de lo que he leído después me ha impresionado como lo hizo “Ubik”, una novela absolutamente perturbadora de Philip K. Dick,  cuya lectura recuerda inevitablemente las conocidas  aficiones psicotrópicas del autor y que tiene una sorprendente trama apoyada en la inversión temporal.

Es obligado también, en este contexto, citar la idea de “duración”  como percepción subjetiva (**),  frente a ese tiempo, cuyo transcurrir se supone inexorablemente preciso. En este momento, a pesar de estar a las puertas de la primavera,  tengo la sensación de que anteayer era Navidad.

Hay también una idea vinculada, acerca del Renacimiento,  que creo que no ha sido suficientemente destacada. Me parece que el Renacimiento supone un cambio radical en la forma de percibir del tiempo. Simplificando (mucho), podríamos decir que el tiempo, que parece casi detenido en la Edad Media, se acelera en el Renacimiento y aparece el tiempo “humano”, “mi tiempo”, el que me queda por vivir, concebido como un bien que no se puede desperdiciar.  Eso es lo que permite , por ejemplo, relacionar la evolución en la escultura (“arte en movimiento y del movimiento”) con algunas de las ideas básicas de la época: “Tempus fugit” (el tiempo se escapa), “Carpe diem” (aprovecha el momento, no lo malgastes) , “Ubi sunt” (¿dónde están las cosas que amamos y se fueron para siempre?).

           Reloj de sol en el paseo marítimo de Sagunto. Foto de Vicente Casañ. Gracias.

En su tenebrosa distopía “1984” G. Orwell escribe: “Lo que no puede ser dicho no puede ser pensado” (***). En castellano (¡y en francés!) es imposible saber, fuera de contexto, si una frase como “Es mal tiempo para la poesía” se refiere a que ningún escritor vende los suficientes libros para subsistir o a que habrá que cancelar por lluvia el recital de esta tarde.
Así pues, habrá que reconocer el mérito de los idiomas que han generado en su evolución dos términos diferentes para expresar las dos ideas englobadas en nuestro “tiempo”. Cansados como estamos de citar la riqueza del castellano, habrá que dar las gracias por “temps” y “oratge” y también por “time” y “weather”. Sería interesante saber como funciona esta ambigüedad en idiomas alejados culturalmente del nuestro: chino, japonés…

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                    La avanzadilla del grupo excursionista del “Congreso de Castilla-León de escritores castellanos en lengua castellana” estaba llegando finalmente a la cumbre. El galardonado poeta no iba sobrado de aliento, pero aún así, fiel a su costumbre de regalar a sus oyentes momentos de imborrable emoción, se adelantó decidido hacia la cima mientras recitaba con voz firme:

                  "Gracias, ¡oh Dios! por este tiempo,
                    por este apasionante, sobrecogedor, cálido tiempo…"

                 No fue posible saber a qué tiempo se refería, ni si el dios invocado era Chronos o Eolo, porque su ímpetu creador fue mucho y el segundo verso demasiado largo (o la distancia que le separaba de la cima demasiado corta).
                Mientras se despeñaba gloriosamente, tuvo probablemente tiempo para percibir que efectivamente había conseguido generar en los asistentes una “imborrable emoción contenida”. Uno de sus colegas pensó: “Llegó a la cumbre demasiado rápidamente. A la literaria también”. Otro masculló para sí: “Siempre, siempre, le sobraba un adjetivo”.

                           Los excursionistas más rezagados llegaban y todavía resonaba el eco:  “... tiempo, tiempo, empo, mpo…”. El tiempo del eco también se acabó. La montaña quedó al fin en literario silencio.


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(*) Me viene a la cabeza ahora “(Breve) Historia del tiempo” de Stephen Hawking o dos “pelis”: La arriesgada “El curioso caso de Benjamin Button” de David Fincher, que desarrolla con dignidad un guión que podría habernos parecido ridículo y nos resulta emocionante y  la genial “Atrapado en el tiempo” (“El día de la marmota”) de Harold Ramis, con esa idea de un hombre que revive indefinidamente el mismo día.


(**) Cito aquí a Bergson, el filósofo francés padre de la idea: “el espíritu es una cosa que dura”. Ese equilibrio entre continuidad y mutabilidad es probablemente lo que nos permite la conciencia (¿ilusión?) de constituir un ser único, a pesar de que estamos en constante variación e intercambio con el mundo exterior.
La frase de Bergson recuerda también un conocido chiste sobre el amor y su duración. (Lo siento, pero la entrada estaba quedando muy pedante y había que aligerarla)


(***) En esa novela, el poder político desarrolla un nuevo idioma, llamado “neolengua”, en el que no existen sinónimos, ni términos que expresen ideas abstractas, intentando así reducir a lo utilitario la capacidad de pensar de los ciudadanos e incapacitándolos para cualquier reflexión “subversiva”. 



3 comentarios:

  1. Allá por el final del segundo asterisco no he podido mas que reír. Deberías escribir ensayos, Paco, las entradas en un blog dan para poco y resultan a todas luces insuficientes para ti... ¡Y qué bien aprovechas el "tempus fugit", bandido!

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  2. El tiempo pasa en el calendario, convirtiendo sus páginas en palomas mensajeras del pasado posándose sobre nuestros tejados que creemos eternos.¡¡Que estúpidos somos con nuestras desavenencias!!¡¡Que patéticos!! Pero, tempus fugit, y de nuestros pasos no quedarán ni temores.

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  3. Gracias por la aclaración. Lo corrijo en la entrada del blog.

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